Madrid 7 de Diciembre de 2011
17:50
Pues ya he subido todas las pertenencias de mi amigo canino
a casa. Al parecer, el muy listo había abierto con las patas una bolsa de
pienso de 15 kilos que la familia guardaba debajo del fregadero. Al lado de
ésta había dos más, una vacía y la otra como nueva.
Lo que no sé es cómo ha conseguido sobrevivir sin
agua… su bebedero estaba completamente seco. ¿Cuánto tiempo llevarían madre e hijo en aquel
abrazo perverso? Leo las preguntas a medida que las escribo, pero Rambo no me ofrece
respuestas.
No, no mes estoy volviendo loco… Es sólo que extrañaba
hablar en voz alta, Rambo es mi escusa perfecta para no tener que oír
constantemente mis pensamientos.
He tirado los cadáveres por la ventana y limpiado -no
sin vomitar unas dos veces- los “regalos” que mi compañero se había dejado en
el tercero. No puedo permitirme que este lugar se convierta en un foco de
enfermedades. No.
Me siento bien, optimista por primera vez en un largo
tiempo. Estoy decidido a recorrer el edificio de arriba abajo en búsqueda de
más supervivientes. Me he cansado de estar a la defensiva. Voy a poner este
lugar en condiciones.
No sé por qué, pero las dos veces que me he enfrentado
a infectados, no he dudado. No es que no haya tenido miedo, simplemente sabía
sentía que era o ellos o yo. Aquel
niño -que espero que en paz descanse- me ha dotado de una nueva dosis de
coraje. Rambo se mantiene ahora a mi lado, como una esfinge egipcia... Se acabó
el estar encerrado.
Sólo tengo víveres para unos tres días, mal vividos.
Ya va siendo hora. Primero el edificio y después a por provisiones.
Marcos y Stallone
Rambo
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