María me contó que se había encontrado con el anciano
del bajo al entrar y que éste, apenas verla, se abalanzó sobre ella. María alcanzó
a esquivarle, pero el hombre le clavó sus dientes en el brazo antes de caer de
bruces al suelo. Al parecer, dos policías que pasaban por delante del edificio,
se percataron del incidente. Con pistolas desenfundadas, le gritaron a María
que les abriese. Con igual brusquedad fueron a por el anciano, le levantaron
del suelo y abandonaron la escena. “La situación está bajo control. Vuelva a su
casa, señorita”.
Cuando María me describió a su atacante, dijo
textualmente “sus ojos estaban completamente blancos, su piel pálida y agrietada”.
Luego de haberme relatado lo ocurrido, le di un
sedante -de los que solía tomar cuando tenía toneladas de trabajo-, le aseguré que había sido todo culpa de un viejo demente, y la llevé
en brazos hasta la cama. Debían de ser las
nueve de la noche, cuando me dijo que ya se sentía mejor y que iba a preparar algo de comer. Lo recuerdo perfectamente…
-Marcos -me dice dirigiéndose a la cocina-, voy a
preparar la cena. Fíjate qué es lo que dicen hoy en la televisión.
Yo asiento, desparramado en el sofá. Empieza el telediario y allí está ella, la
presentadora más hermosa y carismática que ha visto la televisión. “Ciudadanos”
comienza, “me temo que tengo malas noticias”.
-Cariño, voy un segundo al baño -interrumpe María-. Es
que la herida me ha comenzado a sangrar de nuevo.
-Vale -respondo inmerso en los ojos de la mujer, que
parecen transmitir algo más.
“Nos han confirmado” continua, “que la enfermedad que
se ha hecho presente en nuestras vidas…” observo como la presentadora mira en
dirección a alguien detrás de cámara; busca su aprobación. “Nos han informado
que…”
-Cariño - me llama mi mujer desde el baño.
-Ahora voy -respondo.
“Nos han informado que la enfermedad se transmite a
través de las mordeduras de las personas ya infectadas. Les rogamos que” la
mujer continua hablando, pero mi mente se ha desconectado. Ésta es invadida
por las imágenes del brazo de María, cubierto en sangre, vestigios de algo
similar a una…
-Marc… - le escuchó gritar.
Como una catarata de agua fría, la verdad colisiona
con mi cuerpo y me fuerza a elevar la mirada hacia el baño. Allí está María,
mirándose al espejo, tratando de entender qué es lo que tiene frente. Sus ojos...
-¿María? -pregunto.
Ella gira la cabeza como un búho en mi dirección; abre la boca, deja escapar un sonido gutural y comienza a correr
hacia mí.
-María -grito, pero ella no responde.
-Mierda, joder -exclamo mientras intento llegar a la
puerta.
Ella me coge de la camisa y, entre dentelladas, me
tira al suelo. Sus ojos, su expresión; es un monstruo.
-María -grito con la toda la fuerza de mis pulmones y
le propicio un violento puñetazo en la cara, ella pierde el equilibrio y cae
hacia atrás.
Aprovecho la situación y corro hacia la puerta.
Cerrada.
-Mierda -exclamó.
Las llaves están en la mesa, junto a María. Siento que
el corazón se me va a salir del pecho.
-Mierda, mierda, mierda -reitero.
Mi espalda está fría como un
tempano. Mis deseos de vivir hacen que salte a aquello que fue mi novia, coja
las llaves y vuelva a la puerta. Mis manos tiemblan sin cesar, y ella se
reincorpora. Otra vez emite ese sonido, me hiela la sangre. [Clic] se abre la
puerta, salgo velozmente y la cierro a mis espaldas. [Pum, Pum] sus manos son
como martillos detrás de mí.
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