Sunday 29 July 2012

POST XXXVII - Hacia el río


Madrid 17 de Diciembre de 2011
 
21:38

Todos los días nos reunimos en el piso de Eduardo a  repasar los quehaceres y distribuirlos entre todos.  Hoy me tocaba ir al río a buscar agua. Éste estará a unos 500 metros al este de la urbanización.

Me encontraba esperando a Laura en la entrada fumando un cigarrillo, cuando oí pasos detrás de mí. Será que uno presta más atención hoy en día de lo que lo hacía antes, será el instinto de supervivencia que está mejor entrenado, no lo sé; lo que sí sé es que he adquirido cierta habilidad para distinguir los pasos de la gente. Y lo que oía a mis espaldas no eran de Laura, de eso estaba seguro.

Sin querer parecer alarmado, me giré lentamente para encontrarme a... Cristina.

-¿Y Laura? -pregunté, hipnotizado por cómo el sol se reflejaba en su cabello.

-Me ha pedido que la sustituyera -dijo con ese tono que hacía sonar todo tan trivial-, no se encontraba muy bien.

-¿Algo que ver con lo de anoche?

-No lo sé.

-Aquí tengo las garrafas - dije alzándolas.

-Aquí están las mías -respondió imitándome.

Luego de verificar durante unos cuantos minutos que no hubiera moros en la costa, salimos a la calle. Estaba desolada. El sol estaba en su punto más alto, calentándonos tímidamente la cara. Más allá de algunos pájaros revoloteando por los árboles que rodeaban la urbanización; no conseguía distinguir movimiento alguno.

Estaba bastante nervioso, ya que era la primera vez que salía fuera desde que John nos había rescatado.

-Sígueme -dijo Cristina sin mudar de expresión.

Al salir giramos a la izquierda, siguiendo el recorrido de la pared exterior. Llegamos al pequeño parque que se encuentra al lado y continuamos en línea recta hacia la carretera. Tendríamos que atravesarla para llegar al Manzanares. A medida que pasábamos por el parque, no pude evitar quedarme hipnotizado al ver un balón de baloncesto en el medio de la cancha, completamente desinflado. Cristina tuvo que llamarme la atención para que le siguiera el paso.

Luego de unos minutos llegamos a la carretera. La había visto desde una de las ventanas del edificio, sin embargo, de cerca la imagen era mucho más chocante. Había unos cuantos coches aparcados en diferentes zonas de la autopista; no los suficientes como para bloquearla, pero sí como para tener que atravesarla en zig-zag. También había infectados merodeando por la zona, pero, por suerte, estaban –los que apenas podía divisar- a unos cuantos kilómetros a nuestra izquierda.

-Dame una mano -me dijo mientras empezaba a treparse a la alambrada.

Apoyó su zapatilla enlodada en mis manos y se propulsó hacia arriba.

-Dame otro empujón -dijo entre gruñidos-. ¡Más fuerte! -insistió.

Agobiado, la agarré de los muslos y empujé con fuerza hacia arriba. Sentí sus piernas tensarse al soltarlas, lo cual despertó algo en mí que creí olvidado.

-¿Qué -preguntó Cristina sacudiéndose el polvo de sus vaqueros-, no vienes?

1 comment:

  1. Hola Marcos,

    Soy el autor del blog zombie, me gustaría que cuando pudieses me hicieras una crítica sobre mi relato. Por ejemplo: Aspectos para mejorar, o si te gusta o no...
    Lo que te parezca.

    Una vez más te felicito por la historia, es brillante.

    Por si no me recuerdas te dejo el link de mi blog:

    zombielahistoria.blogspot.com.es

    Espero no molestarte.

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