Estábamos cerca de nuestro nuevo hogar cuando, de
repente -como si los cielos quisieran enviarnos alguna señal- comenzó a llover
con fuerza. Aquel olor a tierra húmeda que siempre me había gustado, entonces
me perturbó. Subí la ventanilla rápidamente mientras John me imitaba, dejando a
Rambo con el hocico aplastado contra el cristal. La incesable lluvia
dificultaba la visibilidad; lo teñía todo de un color grisáceo. El sonido de
las gotas al chocar contra el chasis del coche era, para mí, como golpes de
infectados. John nos tranquilizó disminuyendo un poco la velocidad. No
obstante, no puede evitar interpretar lo que ocurría como un mal augurio... Malum
signum...
Luego de atravesar unas cuantas callejuelas, llegamos
a “John’s Home”. Él la señaló con su dedo índice a medida que nos
aproximábamos:
-Nuestra casa.
Jamás olvidaré la impresión que me causó ver la
urbanización por primera vez. Una hilera de árboles rodeaba la pared exterior
-de unos dos metros de altura-. Éstos danzaban frenéticamente al son del viento
y la lluvia. Por detrás estaban los tres bloques en forma de “U”, tres edificios
imponentes de siete pisos que desafiaban a la tormenta con su rústica fachada,
diciéndole “Tú sopla, que de aquí no me muevo”. El complejo asemejaba a una
fortaleza… y eso que aún no habíamos entrado.
John aparcó el coche en la acera, frente a una de las
tres puertas de acero reforzado.
-¿No hay garaje? -pregunté intrigado, no sin recordar
aquel garaje de la muerte en Coslada.
-Ahora verás -respondió con esas “R” ligeramente
pronunciadas.
Y lo vi… John sacó las llaves de su bolsillo y abrió
la pesada puerta. No sé muy bien cómo describir lo que contemplé entonces; la
puerta dio paso al pequeño parque que la urbanización disponía en la entrada,
junto con su piscina y lo que creo que en algún momento fueron plazas de
parking. Pero todo había sido remodelado; para conseguir que ellos no entrasen.
La totalidad el parque había sido cubierto por
muebles, coches aparcados y, por encima de éstos, podía ver restos de vidrio y
todo tipo de elementos cortantes. Pero había una excepción; el camino que
conducía a la piscina estaba completamente despejado, una línea recta. Ésta
continuaba hasta dar con la puerta de entrada del bloque central. Sólo a los
costados se había bloqueado el paso, por lo tanto; la única forma de entrar era
a través de la piscina.
Mientras me empapaba allí bajo la lluvia, y sin parar
de temblar por el frío que me llegaba hasta los huesos, John me miró con una
semi sonrisa.
-¿Nadas?
jaja que buena idea lo de la piscina . Fer
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