Después de lo que me pareció
ser una eternidad, salimos del otro lado con los miembros entumecidos. Ya sentada al borde de
la piscina, Claudia comenzó a toser. Le di unas palmaditas en la espalda,
evitando mostrarle lo preocupado que me sentía por su salud; su tos era tan
frágil… y el agua seguía cayendo sobre ella. Me quite mi chaqueta verde militar
y la cubrí lo mejor que pude. Ella dejó de toser y levantó la cabeza; me miró a
los ojos esbozando una tímida sonrisa.
Estaba a punto de hablarle
cuando escuché a John decir algo, aunque no pude distinguir qué, sabía que no
iba dirigido a mí. Otee en la dirección que él estaba hablando, pero no pude ver nada. Más lluvia engullendo los obstáculos de los costados
y el camino que se nos presentaba delante. Podía divisar, difícilmente, el
edificio al cual nos dirigíamos, pero la tormenta le daba un tono lóbrego a
todo y a penas podía discernir lo que veía.
Habrá pasado un minuto hasta
que lo vi; un hombre alto vistiendo un chubasquero negro que se aproximaba a
nosotros a paso lento.
-¡Encontrado personas! -pude
oír esta vez a John.
-¿Cuántos? -me llegó su voz
masculina a través del viento.
-¡Dos… tres! -corrigió al
instante.
-¿Sanos? -cada vez estaba
más cerca. Caminaba como alguien que ostentaba autoridad.
John nos escrutó un segundo,
seguramente pensando que debería habernos inspeccionado por si teníamos alguna
mordedura.
-Sí -sentenció sin más.
El hombre se detuvo, estaba
a unos quince metros; podía sentir sus ojos sobre nosotros, escudriñándonos, analizándonos.
De repente, se dio la vuelta y, con el brazo derecho, nos indicó que lo siguiéramos.
-Vamos -dijo John mientras
se cruzaba de brazos, con intención de protegerse del frío.
No comments:
Post a Comment