Madrid 21 de Diciembre de 2011
-¿Qué haces malnacido? -gritó Laura al entrar a la
habitación y contemplar la escena.
Mario sostenía una almohada en el rostro de Marcos,
mientras el cuerpo de éste luchaba por deshacerse del abrazo mortal. Laura se
aferró con fuerzas a la espalda tiesa del atacante, pero ni aplicando toda su
fuerza pudo moverle.
-Hijo de puta -grito golpeándole la espalda.
Con sus nudillos completamente blancos, Mario se
afanaba en acabar con Marcos de una vez por todas. En su mente le veía muerto,
su cuerpo inerte esparcido en la cama. Los golpes de Laura eran parte de otra
realidad, un mero sonido de fondo.
La mujer gritó, esta vez más fuerte, pidiendo ayuda… a
quien fuera. El cuerpo de Marcos se marchitaba, frente a la torre de acero que
era Mario.
-¡No vais a creerlo! -se pudo oír un grito provenir de
las escaleras.
Otro alarido de una desquiciada Laura. Alguien subía
por las escaleras velozmente.
-¡Muere ya! -una gota de sudor recorría la cara de
Mario, desde su frente hasta el mentón.
Los pasos cada vez eran más audibles. Mientras tanto,
Laura temblaba de pies a cabeza y, mirando de un lado a otro en la habitación,
cogió un florero que le había llevado horas antes a Marcos. Mario, aún inmerso
en su fantasía homicida, no oyó al objeto de porcelana a sus espaldas. El
florero impactó de lleno en el lado derecho de su rostro, un grito de agonía
escapó de sus labios al sentir como pequeños fragmentos se clavaban en su piel.
Entre confundido y vuelto a la realidad, Mario giró al mismo tiempo que Rambo
entraba corriendo por la puerta, saltando directamente a por su yugular.
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