Sunday 5 August 2012

POST XLI - ¿Qué habéis hecho?

-¿Qué cojones ha pasado? -preguntó Mario mirándonos a Cristina y a mí; ambos nos quedamos callados.

Nos habíamos reunido todos en el piso de Eduardo, el cual tiene vista a la carretera. El espectáculo era aterrador. La alambrada se mecía de atrás hacia adelante incansablemente, al son de los cientos de infectados que ocupaban todo nuestro campo visual. Abrimos la ventana un instante y tuvimos que cerrarla, ya que el sonido era tal que Rambo no desistía con sus ladridos y no nos permitía pensar, ni formular palabra alguna.

-¿Cómo ha sucedido? -intercedió Eduardo.

-¿Marcos? -preguntó John, buscando la respuesta en mis ojos.

-Estábamos -improvisé- llenando las garrafas con agua, cuando les oímos -miré de reojo a Cristina, buscando su aprobación, pero ésta miraba hacia el frente con la mirada en la nada misma-. Pasaron unos minutos hasta que les vimos; fue entonces cuando comenzamos a correr, tuvimos que deshacernos de las garrafas y aun así, casi no lo logramos.

Observé a la gente a mi alrededor, buscando algún tipo de reacción a mi historia. Eduardo me miraba de brazos cruzados. Laura se frotaba las manos frenéticamente, ajena a mis palabras. Mario estaba de pie, escrutando a Cristina con los ojos semi cerrados y su nariz arrugada. John miraba a través de la ventana, sopesando la situación.

-Lo que no comprendo -continuó Mario-, es cómo se han juntado tantos jodidos muertos al mismo tiempo y cómo han hecho para pillarles tan desprevenidos.

Silencio.

-Me parece que todos aquí nos merecemos la verdad, si no comprenderemos que no se puede confiar en vosotros -hizo una pausa y se dirigió a mí, con sus ojos azules bien abiertos-. Mejor dicho, no podremos confiar en ti. Cristina ha ido a por agua en varias ocasiones y nunca había sucedido algo semejante.

Silencio.

-Pregunto, otra vez, ¿qué cojones habéis hecho para atraer a todos los putos muertos de Madrid?

-¡Estábamos follando! -las palabras de Cristina retumbaron en la habitación.

De repente, noté la incomodidad en el ambiente. Mario sin embargo parecía, además de incomodo, enfadado. Observaba a Cristina, juzgándola, mientras ésta se encogía de hombros. Entonces até cabos; esa extraña relación que no había sido capaz de comprender tuvo sentido.

Ahora era yo quien estaba asqueado, me puse de pie y mientras caminaba en dirección a Mario, le dije:

-Como no le quites tus ojos de encima -apenas unos cinco pasos nos separaban-, te voy a…

Mario se giró y levantó su brazo derecho. Me preparaba para esquivar su puñetazo y luego propiciarle uno en la boca del estomago, cuando sentí un dolor agudo en mi gemelo derecho. Instintivamente mi rodilla cedió, al mismo tiempo que el puño de Mario impactó de lleno en mi mejilla. Vi un destello blanco, luego negro, luego nada.

2 comments:

  1. Buenisimo. Estoy enganchadisimo a la historia. la levare al dia. Yo tambien tengo una historia en diario sur: "todas las cosas muertas" para que se pase el que quiera y me diga que le parece.

    Un saludo.

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    1. Hola,

      ¡Qué bueno que te esté gustando!

      Luego me paso por tu blog y te lo comento.

      ¡Un saludo!

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