La ropa se adhería a su
cuerpo debido al esfuerzo físico y el estrés se había instaurado en su espalda;
Marcos sentía que iba a explotar. Cada vez que su pie tocaba el suelo, era como
si un terremoto recorriese su cuerpo. Otros tres zombies más ya estaban a
escasos pasos de Rambo, entonces el perro sintió como algo tiraba de su cuello.
Rambo giró para encontrarse a su dueño tirando de la soga. El perro miraba de
Marcos a los muertos, como diciendo “Mira, ¿no los ves?”. Pero al tercer tirón desistió
y comenzó a correr a la par de su amo.
John estaba de pie al lado
del coche, su mano danzando en el capó, profiriendo todos los insultos habidos
y por haber en la lengua inglesa. Sus ojos contemplaban aprensivos a su amigo
corriendo extenuado detrás del perro y a una masa incomprensible de muertos
pisándole los talones. Pensaba que los tímpanos le estallarían en cualquier
momento, debido al estridente sonido que escapaba de aquellas agonizantes
bocas.
Rambo llegó primero al
coche, John se subió y le dio una palmada al asiento para que el perro le
imitara. Cuando Marcos estaba a unos treinta metros, aquel dolor en el gemelo
derecho decidió regresar. Sin poder controlarlo, su pierna derecha se dobló y calló
hacia adelante abriendo sus manos por un segundo, dejando caer las llaves.
-¡Marcos! -gritó John saliendo
del coche.
Rambo intentó ir a por su
amo, pero John había cerrado todas las puertas y ventanillas.
Su frente era un témpano que le nublaba la vista, mientras se arrastraba como
un gusano en busca de las llaves.
John corría hacia él, cuando su amigo logró alcanzar las llaves; se puso de pie
como pudo y con una mirada elocuente se las tiró. John se quedó quieto.
-Go! –rugió Marcos
mirándole profundamente a los ojos.
John hizo un amague de ir a
por Marcos, pero sus ojos se posaron en la interminable procesión de muertos
que venía detrás y comprendió que sería un suicidio. Emitiendo una sonrisa
dolorosa a su amigo, se dio la vuelta y corrió hasta llegar al coche. Lo puso
en marcha y, sin atreverse a mirar atrás, comenzó a recordar los obstáculos
mentalmente a medida que avanzaba a toda velocidad, las ruedas del coche
desparramando polvo y piedras por doquier.
-Left, right, right, left,
right, left, left… -el obstáculo -una ambulancia con todas sus puertas
abiertas- estaba a su “right”, pero John se había quedado completamente
bloqueado-. Left…? –El inglés se percató al último instante y cuando quiso
cambiar la trayectoria, el Citroën Xara colisionó de costado con la ambulancia.
John sintió la vibración en el volante y como perdía el control del vehículo. Éste
salió despedido a la derecha y redujo la valla metálica a escombros, lo que no
impidió que el automóvil continuara rodando por el terraplén.
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