El viento de invierno
soplaba incesante congelando el chasis del Citroën Xara. Dentro, Marcos se
mudaba de ropa en el asiento de atrás y John hacía otro tanto en el de
adelante.
-¿Vamos? -preguntó el inglés
al haber terminado.
Marcos asintió y se acomodó
en el asiento del copiloto. Ambos llevaban una talla de ropa más grande de la
que les correspondía. Marcos ignoraba de dónde John las había sacado, no
obstante la sensación de llevar prendas secas no tenía precio. Con sus vaqueros
y sudaderas holgadas asemejaban a dos raperos. Marcos se cruzó de brazos y se
sentó lo más atrás que pudo en el asiento, al mismo tiempo que el coche s
encaminaba a los gritos de agonía.
En la oscuridad de la noche
y debajo de la tímida luz de la luna, el coche avanzaba lentamente hacia la carretera. El
paisaje que les rodeaba era árido, con pocas construcciones. Rambo estaba en el
asiento de atrás, con su cabeza pegada a la ventanilla. Aún no podían ver a los
infectados, pero el sonido que provocaban al mecer la alambrada y proferir sus gemidos
eran como una gran flecha en el mapa que indicaba "Aquí". John
procuraba conducir lo más lento que le fuese posible, miraba de izquierda a
derecha constantemente y murmuraba para sí mismo.
-¿Qué haces? -indagó Marcos.
-Estudio la carretera -Marcos le miró confundido.
-Cuando tenga que volver no
podré tomarme el tiempo -dijo John con sus ojos clavados en un coche
completamente calcinado a su izquierda-. Luego habrá que conducir más rápido.
El coche continuó serpenteando
por la carretera durante unos cinco minutos, los cuales se hicieron eternos
para Marcos. Al alcanzar una distancia segura, ya con las luces y el motor apagados, contemplaron el comienzo de
la hilera de la muerte. Los zombies aún no se habían percatado de su presencia.
El primer infectado debía estar a unos 150 metros. Estaban pegados a sus
asientos, contemplando, estimando, calculando… Rambo observaba con sus orejas
paradas. Nadie movía un músculo; el coche parecía una pintura en el Museo del
Prado. Pero la escena artística fue interrumpida cuando Rambo vio como uno de
los infectados se caía al suelo y era aplastado por el que venía detrás. Los
ladridos despegaron a los hombres de sus asientos y sus ojos se abrieron incrédulos.
-¡Ahora! -vociferó Marcos y
ató la improvisada soga al cuello de Rambo.
Los dedos pulgares e índice de
John se posaron dubitativos en la llave; el sonido fue similar a una explosión
e instintivamente, el inglés se llevó una mano al pecho. Cuando encendió las
luces Marcos estaba sosteniendo a un Rambo rabioso que ladraba con medio cuerpo
fuera del coche. El haz de luz artificial inundó la carretera y cientos de ojos
vacuos miraron en su dirección. Los gemidos se volvieron ensordecedores y la alambrada dejó de moverse de a poco. Ambos
hombres sentían las vibraciones de sus pisadas en el suelo del coche a medida
que se acercaban.
Dándose cuenta de que ni aun
la luz larga cubría a la totalidad de infectados, John comenzó a tocar el claxon
con saña.
-Ya están cerca -acotó
Marcos.
-Lo sé -dijo y contuvo la
respiración por unos segundos-. ¡Hala, vámonos!
Con cada salto que Rambo daba,
la soga raspaba y quemaba las manos de su amo. Fue cuando el coche giró en U
que Marcos se echó para atrás involuntariamente, soltando por unos segundos la
soga; Rambo no necesitó más para saltar por la ventanilla.
-¡John, detén el coche! -el
inglés le miró despavorido y negó con la cabeza.
Al mismo tiempo, Rambo se
acercaba cada vez más a la horda de infectados; ladrando, gruñendo, saltando en
el lugar. Un muerto –apenas un niño a la hora de morir- fue el primero en
llegar al perro, preparándose para el festín.
-¡Para el puto coche!
-exclamó nuevamente, mientras John hacía caso omiso.
Marcos echó un vistazo en el
espejo retrovisor y pudo ver a Rambo esquivando a un muerto que ahora se
estrellaba contra el suelo. Sin perder un segundo, estiró su mano izquierda,
giró la llave del coche en el switch de ignición y la arrancó. El vehículo dio
una pequeña sacudida y se paró en seco.
-¿What? -comenzó John, pero
Marcos ya se había bajado del coche, llaves en mano.
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