Sabía que tenía que hacerme
cargo de él, pero antes necesitaba un arma, algo con lo cual reventarle el cráneo.
Sin dejar de jadear, subí a casa. Claudia seguía durmiendo al lado de Rambo,
mientras éste trataba de adivinar con su mirada qué era lo que me pasaba.
Me fui a la cocina y cogí el
cuchillo que había utilizado para ajusticiar al niño. Pero apenas lo empuñe, lo
volví a guardar. Necesitaba un arma que me permitiera golpear desde una
distancia “segura”. Este infectado era demasiado ágil para intentar acercarme…
Tales eran mis pensamientos cuando le escuché subir por las escaleras, el muy
hijo de puta había llegado hasta nuestra planta de alguna forma. Fue entonces
cuando supe que aquel piso ya no era seguro, una voz me dijo “Tienes que salir
de aquí, ahora”.
Sin más opciones, cogí el
cuchillo con una mano y con la otra alcé a Claudia, quien se despertó debido al
alboroto. Aún puedo ver sus aterrados ojos azules clavados en mí. Rambo ya se
había puesto a ladrar y no había dios que le callase. No iba a intentarlo, de
todas maneras. Esperé a que el infectado estuviera del otro lado de la puerta golpeándola
con sus manos, la llave del garaje clavándose en la madera. Abrí ligeramente la
puerta, él pudo vernos por la rendija que había dejado y se nos echó encima. Con
Claudia todavía a cuestas, le pegué una patada a la puerta, la cual impactó de
lleno con el infectado. Su cuerpo en descomposición voló por el rellano. Salí
corriendo a toda velocidad, pero aquel cabrón no se rendía. Nos alcanzó en las
escaleras y cuando se disponía a darle una dentellada a Claudia, Rambo comenzó
a morderle el pantalón, tirando para el lado contario. Sin perder tiempo le
solté una puñalada, con la mala suerte que el cuchillo se alojó en su pecho.
Sin embargo, gracias al impacto, el infectado retrocedió golpeándose la espalda
contra la barandilla y, dando media vuelta en el aire, calló por el hueco de
las escaleras.
La euforia no me duró mucho,
ya que segundos después de haberse estrellado contra el suelo, el cabrón
-completamente desfigurado- ya estaba de pie nuevamente, dejando escapar un
gruñido espeluznante que se hizo eco por todas las escaleras.
Iba a volver al piso cuando
mis pies se toparon con algo [Cling]. Se le habían caído las llaves del garaje;
ya teníamos una vía de escape. Las recogí y empecé a correr escaleras abajo,
mientras el muerto corría escaleras arriba; con toda la intención de
despedazarnos.
Por suerte, él había caído
en el -2 y tenía que sortear dos puertas. Mientras que nosotros teníamos que ir
a la planta 1, donde estaba el garaje. Dicho y hecho, fuimos nosotros quienes
llegamos primero al garaje. Con Claudia en brazos y Rambo jadeando detrás de
mí, giré la llave en la puerta, la abrí con fuerza y… mis ojos no pudieron creer
la escena que se nos presentaba.
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