Madrid 16 de Diciembre de 2011
23:26
Compañeros… compañeros,
¿quienes sois? Me lo he preguntado varias veces estos últimos antes de irme a
dormir. Las circunstancias que me han llevado aquí son demasiado confusas. Sin
embargo, la pregunta las preguntas se repiten una y otra vez en mi
cabeza; ¿dónde estoy? ¿Quienes son estas personas con quienes ahora convivo? Tales dudas exceden los límites de mi mera presencia física... ¿dónde
estoy?
John… el inglés es un hombre
joven de unos treinta años. Según me ha contado, vino de vacaciones a Madrid y
el destino quiso que aún estuviera aquí cuando todo ocurrió.
Laura es una mujer que,
supongo, tendrá unos cuarenta años. Por lo que me ha dicho, tanto ella como
todos (menos John) vivían en la urbanización antes de la catástrofe. La mujer
se ha mostrado muy protectora con Claudia desde el primer día y, en más de una
ocasión, la he visto observar a la niña desde cierta distancia con ojos
llorosos. Es una buena mujer, debe haber sufrido mucho.
Cristina, creo, deber tener
algunos años menos que yo, estimo entre veinticuatro y veintiséis. En el primer
momento en que la vi, se me vino a la mente la imagen de una bailadora de
flamenco; con su larga cabellera negra, su piel naturalmente tostada por el
sol, ese porte de mujer confiada que podría derretir un iceberg con la mirada. Cristina
es No sé muy bien qué decir sobre su carácter; el primer día fue muy amable
con nosotros y parecía estar contenta de que hubiésemos llegado. Sin embargo, a
partir del segundo día hasta hoy me ha parecido un poco fría.
Mario -el hombre misterioso
que fue a buscarnos a la piscina el primer día-, debe tener unos cuarenta años
de edad. Aparenta ser quien está a cargo. El hombre ejercía de juez (antes de
que la justicia se convirtiera en una mera opinión personal) y, para ser
honesto, aún puedo verle en dicho rol. Creo que no le ha hecho mucha gracia que
hayamos venido a parar aquí... creo que nada parece hacerle mucha gracia. Según
me ha dicho John, la idea de salir a buscar supervivientes fue suya y tuvo que
enfrentarse con Mario en más de una ocasión para poder comenzar la búsqueda. Esa
nariz protuberante que ostenta su cara parece transmitir dos cosas; arrogancia y egoísmo.
Por último está Eduardo, el
hombre debe tener unos cincuenta años, rozando los sesenta. Trabajaba en una
compañía de comunicaciones como técnico, encargándose del mantenimiento e
instalación de sus infraestructuras. ¡Y vaya si se ha lucido aquí! Al parecer,
todas las remodelaciones que se han hecho en la urbanización para hacerla más
segura, han sido idea suya. Sus ojos transmiten una sagacidad que jamás había
visto, pero, también, demuestran el cansancio propio de alguien de su edad. Con
ese bigote mitad negro, mitad gris que lleva me recuerda un tanto a mi padre.
En fin, compañeros…
compañeros… ¿quiénes sois? ¿Puedo fiarme de vosotros? ¿Por qué sois sólo cinco,
dónde están las demás personas que vivían aquí?
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